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13 Era el ruido causado por las alas de los seres vivientes, al golpear una contra otra, el chirrido de las ruedas al rozar y el estruendo de un gran terremoto. 14 El espíritu me arrebató y me transportó; yo me dejé llevar enardecido, mientras el Señor dejaba sentir la fuerza de su mano sobre mí. 15 Así llegué a Tel Abib, donde estaban instalados los desterrados a orillas del río Quebar; y me quedé con ellos, aturdido, durante siete días.

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